Para salir de las ventas sin repunte que ya llevan una racha de 4 a 5 años en España, Coca-Cola ha decidido apelar a la nostalgia y cambiar las botellas de cristal que se sirven en los bares por unas nuevas inspiradas en su modelo original, patentado en 1915 y llamado Contour.
Aunque no es 100% exacta a la original, pues se diferencia en que lleva pegatinas y no relieve, la forma sí es la misma: es una botella más baja y más gordita que la distribuida hasta ahora en la hostelería, y como indica Paloma Cruz, responsable de marketing, la botella tiene «la capacidad estándar de Coca-Cola en el mundo», es decir, ocho onzas, que equivalen a 237 mililitros, en tanto que la botella a reemplazarse tiene 220 mililitros, una mejora que seguro será bien explotada en la campaña de marketing.
A propósito de la campaña que se avecina, esta se centrará en el lanzamiento de los nuevos envases junto a una publicidad que valora y alaba el papel de los bares en España como punto de referencia social.
El costo asumido para todos estos cambios no es barato: nada menos que 50 millones de euros, provenientes de la propia marca e Iberian Partners, la embotelladora española que está envuelta en una polémica desde hace dos años por el ERE (expediente de regulación de empleo) que presentaron y el cierre de cuatro plantas. En la presentación oficial de los cambios de envase, realizada el 10 de junio en Madrid, Jorge Garduño, director general de Coca-Cola en España, ha explicado que el dinero ha servido «para sustituir los 170 millones de botellas de cristal que hay en circulación. También para hacer ajustes en las líneas de producción que deben adaptarse al nuevo tamaño de la botella, para comprar 14 etiquetadoras nuevas y además realizar una fuerte campaña de apoyo a los bares».
Sobre la guerra que todavía mantienen con una parte de la plantilla afectada por el ERE que supuso el despido de 821 empleados (y que la justicia ha declarado nulo), y tras el cierre de plantas que llevó a cabo Iberian Partners, el director general ha señalado que el conflicto está «camino de solucionarse». Por lo pronto, la capacidad de producción de las fábricas en funcionamiento es más que suficiente para abastecer el mercado, incluso si llega a darse un incremento de las ventas en los bares.