Comparado con sus ex rivales republicanos y con los aspirantes demócratas Hillary Clinton y Bernie Sanders, Donald Trump ha gastado muy poco dinero hasta ahora en su campaña.
Ahora bien, si Trump consigue ganar las primarias, tendrá mucho mayor acceso a los fondos partidarios para las elecciones generales, después de que su campaña prácticamente se autofinanció en esta ronda inicial. (Según los datos de la SEC, su campaña ya ha aceptado millones de dólares en pequeñas donaciones de los partidarios, y el propio gasto de Trump ha provenido mayormente de préstamos para su campaña).
En un artículo publicado en tapa por The New York Times, titulado “Donald Trump, in Switch, Turns to Republican Party for Fund-Raising Help”, el diario informa que el lunes Trump “dio pasos para apropiarse de buena parte de la infraestructura financiera y política del Comité Nacional Republicano para su campaña presidencial”. La nota apareció poco después de asistir a una entrevista en el programa Fox & Friends sobre la posibilidad de que acepte la llegada de fondos externos para los comicios presidenciales. “Pienso que es lo más probable”, dijo, “porque usted está hablando de alrededor de 1.000 o 1.500 millones de dólares para la campaña”.
El informe del Times sugiere que Trump tiene un gran desafío frente a él: no cuenta con un aparato de recaudación de fondos al que pueda recurrir, ni una cadena de sostenes muy prolífica para llamar, además de muy poca experiencia en el tipo de maratón que constituye la recaudación del tamaño necesario, aun cuando los individuos puedan contribuir hasta el actual límite de 334.000 dólares por vez para el partido. Y tiene que hacer todo en seis meses, en un partido profundamente dividido que todavía debe absorber el hecho de que Trump sea quien lleve el estandarte partidario.
Los motivos para este cambio son simples: Trump puede no haber tenido ninguna otra opción. El otoño pasado, la revista Forbes sugirió que haber tenido mucho menos que 1.000 millones en la mano en activos líquidos (cash y equivalentes), como se podría esperar de un magnate del real-estate, al lanzar su campaña.